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18 Marzo 2022

Zona turística de la Cueva de Valporquero

Zona turística de la Cueva de Valporquero

Zona turística de la Cueva de Valporquero

18 Marzo 2022

Zona Turística de la Cueva de Valporquero

La entrada a la zona turística de la cueva de Valporquero se hace por el fondo de un valle ciego (torcal), que debió pertenecer a la cueva en tiempos primitivos. Por ella penetra un arroyo que recoge el agua del Valle de Valporquero (Arroyo Valporquero) y que acompaña al visitante, entre bloques y cantos rodados, una cincuentena de metros, para separarse de él en la reja que protege la entrada a la cueva.

En este vestíbulo de entrada podemos observar, a la izquierda, una colada coloreada de verde por las algas que se desarrollan en el umbral de luz de la cavidad, apoyada en una terraza fluvial. Varias estalactitas viejísimas y verdeadas componen este primer paisaje subterráneo.

La Gran Rotonda

Pasada la reja de protección, entre bloques desprendidos de techo y paredes, se accede al lugar más amplio de la cueva, La Gran Rotonda; sus dimensiones son enormes en todos los sentidos; se encuentra cuajada en toda su amplitud de enormes bloques, cantos y gravillas, atravesándola en toda su longitud el arroyo Valporquero. 

Desde la reja, encontramos a la izquierda una plataforma formada por bloques y un suelo antiguo sobre el que corría el arroyo antes de profundizar más en el terreno. Sobre ella crecen multitud de pequeñas estalagmitas y algunas de tamaño más grande.

Pequeñas Maravillas o Sala de la Virgen

Dejando el arroyo a la derecha, proseguimos nuestro camino por la zona turística de la cueva de Valporquero hacia una preciosa caverna que existe a la izquierda, llamada Pequeñas Maravillas o Sala de la Virgen. En su entrada nos encontramos con una colada estalagmítica recubierta de microlagos o gours, formados en terrazas. Son pequeñas palanganas formadas en sitios donde el agua resbala en pequeñas cantidades, cargada de carbonato de cal con una adecuada ventilación que permite la rápida evaporación del agua y el encostramiento de las sales.

A la izquierda de la sala, existe un embalse con fondo de arena. Un reguero abierto artificialmente, permite que el agua corra por la rampa de los microlagos. Un poco más adelante existe la antigua salida del agua de este lago, que se abría camino por la pared de la derecha, hacia La Gran Rotonda, formando una caverna de discreta belleza. Este lago se forma por la acumulación del agua de un arroyo que corre por Pequeñas Maravillas y que tiene su afluencia en el fondo de la misma.

Pasado el lago, el arroyo se abre paso entre dos bloques que sirven de zócalo para el crecimiento de estalagmitas. Pasado un paso estrecho entre una de las rocas y la pared de la derecha, con grandes estalactitas en el techo, nos encontramos con un paisaje realmente increíble.

NOMBRES PROPIOS

Todo aquí tiene nombre propio (La Cola de Caballo, La Virgen, El Órgano, La Torre de Pisa, …) a la derecha, una colada, saliendo de una rendija, enmascara completamente la pared dando la impresión de que la piedra fluye lentamente por la grieta. Sobre un declive, una estalagmita asemeja la figura de una Virgen con el niño en brazos.

El telón de fondo lo compone una ampliación de la Sala cubierta completamente por una colada enorme, por debajo de la cual corre el arroyo. 

Volvemos a La Gran Rotonda, clave en la zona turística de Valporquero, a la rampa de los microlagos. Enfrente tenemos una acumulación de bloques enormes y tierra, sobre los que el agua, en su constante fluir, ha construido una colada de coliflores. 

Bajando por el camino y siempre acompañados por el arroyo Valporquero, al que se adivina vivo por el barullo que arma al discurrir entre bloques y clastos de todo tipo, nos encontramos con el arroyo de Pequeñas Maravillas que sale a chorro por una estrecha abertura en la pared.

Sala de las Hadas

Después de un pequeño recorrido por un campo de arena sobre el que crecen unas estalagmitas pachonas, se junta con su hermano Valporquero para proseguir juntos su increíble obra viva, que se traduce en otra gran sala, Sala de las Hadas. A la entrada perdemos al arroyo durante unos metros para encontrarlo más adelante tan ruidoso como siempre y desplomándose en tres saltos por un desnivel al fondo de la sala a la que da ambiente al desmenuzarse en polvo de agua. Una rampa barrosa con pequeñas formaciones nos tienta a subir para cerrarse en un corto recorrido.

Bajando al fondo de la sala por una rampa asentada sobre enormes bloques y que en parte es puro barro, podemos darnos el placer de una ducha fría debajo de la cascada. Prosiguiendo el curso del arroyo entre grava y cantos rodados, encontraremos el final de su camino en esta parte en un embalsamiento del que el arroyo escapa para seguir su curso, que más adelante encontraremos. Al volver arriba de la colada nos recreamos la vista con una pequeña sala llena de formaciones. Unas columnas de piedra parecen querer asegurarnos que el techo no se desplomará sobre nosotros.

Volvemos a Gran Rotonda, al campo de estalagmitas que abandonamos para entrar a la Sala de las Hadas y desde aquí proseguimos nuestro camino por una rampa de tierra y piedras para colocarnos en el lugar más raramente bello de la cueva.

El Cementerio

De improviso, se deja de oír el arroyo y se hace un silencio sepulcral que a pesar de continuar durante casi todo el resto de la cueva, aquí se palpa más intensamente. Trozos de formaciones derrumbadas y ennegrecidas, restos de orgullosas estalactitas y estalagmitas, acompañado todo ello de un techo más bajo que en el resto de la cavidad hacen que de repente se sienta agobio. Con razón se llama a esta zona El Cementerio.

La sensación es idéntica y, curiosamente, se siente la necesidad de pasar deprisa. Ni siquiera el rumor de un hilillo de agua que cae en una galería a la izquierda desahoga esta sensación.  Después de ampliarse un poco la cueva y pasar entre paredes enmascaradas, se accede por un estrecho paso a una galería entre paredones verticales de gran altura.

La Gran Vía

La Gran Vía, que así se llama esta galería, es digna de no mirarse solamente por su altura. Nada más entrar, nos recibe una curiosa estalagmita en medio de la pared, esperando encontrarse con su correspondiente estalactita en el techo. Durante todo el recorrido de la galería, vamos encontrando bellas formaciones en bandera en el techo, y falsas paredes que limitan estrechos recintos de bastante altura a los lados. El camino lo salva por la izquierda, volviendo a encontrarnos luego con buen piso firme.

Prosiguiendo el camino y salvando un paso entre bloques, podemos seguir bajando para encontrarnos con el arroyo que nos abandonó en la Sala de las Hadas, o bien subir por el camino continuando la visita de la gran galería, con el techo lleno de preciosas estalactitas y estalagmitas apoyadas en las paredes.

De improviso la galería aparece cortada por dos coladas embutidas una en la otra. Arriba de ellas se atraviesa un paso estrecho que nos lleva, tras un corto camino, a una sala en la que la característica es una columna de unos 10 metros de altura y que da nombre a la sala. A izquierda y derecha, dos coladas invitan a mirar al techo. La de la izquierda se precipita en una profunda sima, por la que sube el ruido del arroyo, sesenta metros más abajo. El techo sobre la sima esta flequeado de estalactitas para aligerar la impresión de vértigo y a la izquierda, un pequeño recorrido vertical nos conduce a un recinto extremadamente bello, totalmente reconstruido por la piedra con unos microlagos sobre los que cae un intenso goteo. Estamos en la parte alta de la colada y la vista sobre la galería y la sima es increíble.

Sala de las Maravillas

Volviendo a bajar y siguiendo el camino por la gran galería, entre sus grandes paredes verticales, después de pasar unas zonas de desprendimientos, con simas que alcanzan también el curso del arroyo, entramos, dejando a la izquierda una colada panzona, en una sala arcillosa. No en vano se llama Sala de las Maravillas. Miles de puntas afiladas se cuelgan del techo, algunas con forma de bandera, para dejar crecer en el suelo multitud de estalagmitas, algunas de ellas enormes. En lo bajo de la Sala, un embalse de agua clara refuerza el encanto al reflejar el techo y las paredes. Bajando hacia él, unas grandes estalagmitas sobre una colada vigilan nuestro paso.

Ya en el fondo, encontramos una colada a la izquierda plagada de formaciones, con una columna de enorme contorno. Bloques caídos del techo sirven de zócalo para el crecimiento de nuevas estalagmitas, que a veces están tan próximas de sus parientes en el techo que resulta difícil pasar un dedo entre ambas. Una colada vertical cayendo sobre el lago y otra subiendo hacia la izquierda en el extremo de la sala con pequeños grupos de formaciones en su cúspide, completan el desarrollo de la cueva.

Aquí se cierra en todas direcciones, dado por finiquitado el tour de la zona turística de la Cueva de Valporquero.

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