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03 Mayo 2025

Expedición Ricobayo Tour 2025

Expedición Ricobayo Tour 2025
Nos vamos con nuestros kayaks de travesía durante tres días, previos a Semana Santa, al embalse de Ricobayo, para remar sus 55 kms. de aguas tranquilas regadas por el río esla.

Mientras se gestan las grandes aventuras y expediciones, aprovechamos para hacer las de "andar por casa", que son las que dan tablas y experiencia para las grandes, y en esta ocasión optamos por el embalse de Ricobayo, ese gran monstruo que alimenta el río Esla antes de tributar por su margen derecho al gran río Duero.  El proyecto no tenía nada de ambicioso en sí, pues no era más que pegarnos el gusto de juntarnos las personas involucradas, con unas remadas tranquilas de unos 18 kms al día, y de disfrutar de la magia de los campamentos. 

Nada más lejos de la realidad, lo que parecía simple y sencillo, con una logística y planificación relativamente fácil, se empezó a tornar desde el primer día, en el momento en que para realizar el primer campamento, programado en el embarque, nos encontramos que la bonita dehesa de encinas con acceso hasta el agua, por encima de Puente Quintos, es una finca privada, con la Ermita de La Pedrera como telón de fondo y con atardecer idílico. Esto no es difícil de gestionar, pues por mucho que planifiques y diseñes el itinerario y los campamentos sin conocerlo, al final siempre hay que dejar margen para la improvisación y buscar los lugares más adecuados para acampar, cosa que ya tuvimos que hacer desde ese primer momento.

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Al día siguiente, antes de comenzar la aventura, tenemos que llevar los vehículos al desembarque y después de esto terminar de estibar todo el equipaje, metido en drybags y tambuchos, en el interior de nuestros kayaks: tiendas de campaña, sacos de dormir, cocina, menaje, comida, agua.... Tras embarcar pasado el mediodía, nos ponemos rumbo al primer campamento, programado en las ruinas del Castillo de Castrotorafe 18 kms más abajo. En el primer kilómetro nos encontramos junto a la orilla izquierda los restos de una cuba de un camión hormigonera, que cayó por la carretera que pasa por encima, donde hay ubicadas unas flores, y también cruzamos los bonitos riscos de la Zona de Escalada de Puente Quintos, parte más estrecha por la que cruzaremos en esta aventura.

A los 3 kilómetros nos enfrentamos ante el único porteo que tendremos en la expedición, con el que ya contábamos. Se trata de la presa de Santa Eulalia, que corta la navegación de orilla a orilla con un muro de unos 6 metros de altura ligeramente inclinado por el que no es posible descender, pues debajo nos espera un rebufo no navegable. El porteo se hace por la margen derecha, en el camino que va pegado a la estación eléctrica, aunque hay que salvar una pequeña valla nada más salir del agua (con la que tampoco se contaba) para no entrar dentro de la propiedad. El porteo son 250 metros que hay que hacer de varias veces, ya que los kayaks con todo el equipaje dentro, a falta de un carrito con ruedas, hay que moverlos entre 2 personas.

Después de embarcar de nuevo, y tras 5 kilómetros de incansable lucha, decidimos improvisar y buscar lugar de campamento, pues a partir de las 3 de la tarde empezó a soplar viento con rachas de hasta 60km/h de frente, lo que hacía imposible el avance. Tan preocupados estuvimos mirando el tiempo para esos días porque anunciaban algún chubasco, que para nada tuvimos en cuenta el aire, craso error. Ya ha resguardo en un buen campamento, mientras cenamos al abrazo de una pequeña y cálida hoguera, comprobamos que el viento durante los próximos días no va a ser tan intenso, con rachas inferiores a 40km/h, pero siempre de SO y O, lo que implica que en la mayoría de las veces nos entrará de costado o de frente, y solo en pequeños tramós de popa.

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Cuando amanece, el día no puede estar más agradable, por lo que aprovechamos a desayunar, recoger y estibar todo sin demora, pues hay que intentar recuperar al menos 5 de los 10 km que no se hicieron el día anterior. Atravesamos los restos del Castillo de Castrotorafe, bordeamos la urbanización de la Encomienda con el meandro que dibuja el río alrededor, y seguimos sumando kilómetros gracias a las favorables condiciones. Tras una pequeña parada de almuerzo y retomar la marcha, seguimos sumando kilómetros, y ya al atardecer cuando las fuerzas flaquean, nos encontramos inmersos en un cañón majestuoso en el que no es posible las acampadas, por lo que no hay más opción que continuar para salir de allí e intentar llegar al siguiente campamento, o por lo menos salir de allí. El cañón finaliza al doblar la curva a nuestra izquierda, donde aparece ante nuestros ojos el inmenso Viaducto de Martín Gil, en plenas reformas con andamios de arriba abajo. Pero no solo aparece el Viaducto, sino que ante nosotros se presenta el mayor reto al que nos vamos a enfrentar: rachas de aire de costado, que multiplican su fuerza debajo del Viaducto, levantando olas por encima de nosotros, que hacen tambalear los kayaks y desestabilizarnos, por lo que la lucha ahora es por salir de allí cuanto antes sin preocuparnos de llegar al siguiente campamanto. Conseguimos entrar en un ramal del embalse a la izquierda, nada más cruzar el Viaducto, que está a resguardo del aire, con buenas zonas para acampar y a menos de 1 km del siguiente campamanto, por lo que la decisión es unánime, acampamos.

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La noche es fría y las tiendas y todo a nuestro alrededor amanece con escarcha, menos mal que una pequeña hoguera reconforta las cenas y los desayunos. El panorama no es desalentador, pues el día anterior habíamos realizado casi 28 km intentado recuperar los 10 perdidos del primer día, por lo que no parecía difícil hacer los casi 19 que teníamos por delante antes de llegar a los coches en el desembarque. El día se volvió a torcer, y el aire y la lluvia hicieron acto de presencia en casi todo el recorrido, así como ampollas y alguna que otra muñeca fatigada, pero una alegría nos invadía los cuerpos, pues sabíamos que tarde o temprano llegaríamos a nuestro destino.

Y así, entre condiciones adversas, llegamos a la Playa Fluvial de Ricobayo, donde la sensación, como siempre en estos casos, es agridulce, pues por un lado te invade la alegría de estar a salvo y por otro la tristeza de que algo bueno se acaba. Y si fue bueno es por haber compartido aventura con amigos y familiares, que a pesar de haber sido de las más duras por las condiciones, todos aportaron su granito de arena con optimismo, sin dejarse arrastrar por el estrés y el agotamiento físico y mental al que estábamos sometidos.

Y es que ya se sabe, solo en la adversidad se aprende y se forja el carácter, haciendo de la Expedición Ricobayo Tour 2025 comodidad ante la adversidad.

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