Expedición Río Marañón 2021 Parte 3

Pronto se alejan de las aldeas y se adentran en territorio inhóspito, abandonando cualquier posibilidad de escape.
El paisaje va cambiando, lo marrón se va haciendo más verde y las altas montañas se van separando poco a poco. Contrastan la altura de aquellas montañas, de casi 4000 metros, con ese paisaje desértico o verde que nada tiene que ver con la blancura perpétua de cimas a esas alturas en otras latitudes. Estaban muy cerca del Ecuador.
Aquí Luigi y Vera sorprenden a todos con el magnífico campamento que les aguardaba. Una pequeña finca adquirida por Luigi, en la que recorriendo y subiendo unos centenares de metros, llegan al paraíso terrenal. Un par de cascadas de ensueño separadas por una poza de agua limpia, con unas vistas panorámicas al Vergel del Edén. No se sabe muy bien como ocurrió, el caso es que allí, después de una sesión de psicobloc, algunos gozaron de un masaje capilar muy TOPless.
A partir de aquí las emociones iban in crescendo. Al poco de abandonar el preciado camp, visitan una cascada oculta que los conmueve.
No muy lejos, se topan con una caverna gigante, llena de vida a juzgar por las miles de huellas. Aquí se enteran que es donde estaba proyectada la construcción de la presa Veracruz, que junto con la de Chadín II, significaría el fin de aquellas culturas.
Después de una reparación improvisada al kayak de Manu, con la famosa cinta de Gorilla Tape, continúan la jornada.
En la siguiente parada, suben a ver unas pinturas rupestres, en una especie de refugio natural en la propia roca. Entre otros dibujos, destacan varias escalopendras y el Dios Catequil de los Cajamarca, deidad del Rayo y el Oráculo.
Montarán el antepenúltimo campamento en lo que denominan Cañón Rojo, por la peculiaridad y colores que desprende la roca. La magia que transmite este lugar les empuja a improvisar una cancha de frisbee, así como a dormir sin tiendas esa noche, bajo el calor de la hoguera reflejada en la roca.
Durante día y medio muy caluroso, en el que el paisaje se va abriendo y pintando verde, las aguas serán más planas. Pasan por localidades calurosas como Puerto Malleta y Corral Quemado, donde se abastecen y almuerzan.
El penúltimo día el río crece y se pone mas oscuro de lo que ya era. Ha llovido cientos de kilómetros río arriba. Arrastra toneladas de troncos y maderas. Por si fuera poco, llegan a las confluencias del poderoso río Utcubamba, penetrando en el Marañón por su flanco derecho, y del río Chinchipe, venido desde Ecuador por su margen izquierdo. Las olas a partir de aquí toman otro calibre y a la gente le afecta psicológicamente, pero libran la batalla. En el último camp, Carlos gallego enseña algo de práctica en kayak a un niño nativo, y el resto charla con las gentes de allí. Les obsequian con unos plátanos, los mas dulces que habían probado nunca.
El último día, tras los pasos gigantes y caudalosos de IV, que los expedicionarios lidian abandonando el último cañón, penetran de golpe en la selva peruana. Aquí entran de lleno en el territorio de los Aguarunas, comunidades indígenas esparcidas por la selva. Julio su Trip Leader, les avisa que naveguen con cautela por el centro y derecha del río, el margen izquierdo es peligroso. Estos indígenas no se fian de la gente, dándose casos de ingenieros «disfrazados» de expedicionarios que realmente van a estudiar el territorio. El 5 de Junio de 2009, hubo un enfrentamiento entre los indígenas que se oponían a la construcción de las presas y la policía que se saldó con 33 muertos. EL documental «When Two Worlds Collide» (El choque de 2 mundos) lo refleja fielmente.
Se cruzan con el Apu de una comunidad en su barca y ven nativos cruzar el río en cabinas rústicas suspendidas por cuerdas. Y tras disfrutar de los colores vivos de la selva, el contingente llega felizmente al Muyo, donde desembarcan por última vez en el grandioso Marañón. Tras aquello, les aguardaba una fiesta loca aquella noche en Cocachimba, y lo que sucedió allí, allí se quedó.
Al día siguiente quedaron fuerzas para explorar la caminata hacia la cascada de Gocta. Y al siguiente remaron todos el poderoso Utcubamba, impresionados por la brutalidad y continuidad de sus aguas. Y por último visitaron Chachapoyas con sus casas y terrazas coloniales y las ruinas de Kualép, comandados por su gran guía e intérprete Roger.
Toda una traca final para los sentidos de aquel grupo selecto de personas que, junto a la experiencia del Marañón, hicieron las delicias oportunas para dar inmortalidad a unos recuerdos que acababan de construir todos juntos. Unos instantes efímeros de apenas unos días, que se forjaron para la eternidad de aquellos que lo conformaron. Y quien sabe… ¿se abrieron puertas a nuevos proyectos?.